Fuente Sumisa
Van las olas del mar a su dirección más pura más conocida, y a su
parecer, nada entendidas. Olas de seres que se dirigen a donde siembran su
último aliento… que siendo para todos…. poco se deja captar entre el oscilamiento
de la existencia de los cuerpos líquidos, que transitan por sus sentimientos
extranjeros, en la memoria del océano desconcentrado de chocar contra las rocas
y morir en las orillas del comienzo. Que poco se piensa que pierde el mar
cuando es tan inmenso; se lleva su dolor a donde sus aguas tocan cielo, siendo
éste tan sensible y poco discreto, vierte unas lágrimas en el océano, haciendo
vibrar su piel furtivamente, distrayendo el destino que lo limita con puertos,
arrecifes, malecones y demás intentos, donde
flota el vigilar de su cumplimiento; que como tú... ¿más grande el cielo?, y
también te aguantas todo el humo malévolo. Y aún así, el sol sigue
saliendo… destapando la olla de los
secretos a fondos, y las estrellas haciendo notar su reino, la
luna el recinto de sus ojos que se van
más allá de toda lema, indicando la corriente de seguir con… o sin el dolor muy
dentro.
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