El Taller

Fue el mes de julio del año 1976, en el Instituto Pedagógico de Caracas, tiempo y lugar en el que nació el Taller de Expresión Literaria Marco Antonio Martínez de la mano de José Vicente Abreu. Desde entonces, nos reunimos en las instalaciones del Instituto de Investigaciones Lingüisticas y Literarias Andrés Bello, no para enseñar a escribir sino a discutir el texto que a la mesa llega. No es fácil exponer en público la palabra que ha nacido desde la intimidad, pero cada viernes, desde que atravesamos las puertas del IVILLAB, el texto deja de ser nuestro. (Vanessa Hidalgo)

jueves, 1 de marzo de 2012

Norma González de Zambrano (Actividad 444 años de Caracas)








Observaba silente, pasivo, amoroso. Cada día la miraba parpadear, estirarse y recobrar la altivez característica. Él ha sido testigo fiel de sus cambios. La vio poblarse, llenarse de techos rojos, transformarse en creciente, con torres en su centro, con rascacielos emergentes y también ha visto como sus propias faldas han sido violentadas. No le quitaba el ojo, era el espectador constante, fastuoso, campante. Ella disfrutaba su presencia, sus halagos, su fidelidad. Con el tiempo ha comenzado a sufrir de los embates: caos, soledad, incomprensión, desidia, odio, inseguridad. Ha perdido belleza, elegancia, vastedad, aunque por ratos luce alegre, rejuvenecida, orgullosa. En otros emerge cansada, sucia, ruidosa. Los paseantes, los andantes, los habitantes, le daban el valor que le correspondía. Hoy no todos lo hacen. Si antes algunos pocos lucían indiferentes, hoy se han multiplicado.
Mas la madre natura constante siempre ha estado a su lado. La flora adorna su continente. Los árboles tejen calles y parques. En sus cielos, con raudo vuelo, la familia Psitácida se hace presente. Al amanecer y al atardecer, guacamayas, loros, cotorras, pericos y periquitos, engalanan sus alturas. Son un desfile de organización, de color, desde las aves más inmensas a las más diminutas. Comprometidas en su recorrido, planeando, con vuelo ondulante, largo o corto, varias veces al día acarician a la dama. Primero se dirigen del sur al norte, del oeste al este, luego retornan de norte a sur, de este a oeste. Desde la autopista o desde el distribuidor, las puedes mirar entre el bullicio del tránsito vehicular.
En esos momentos del día, el incólume pierde la majestuosidad, se torna celoso. Mientras la civitas es acariciada por la bandada. Recobra la lucidez, la ternura, la vistosidad. Él quisiera congelar la imagen, guardarla, esconderla; no puede. La sensible pincelada aérea lo enerva. Ella luce plácida, él la disfruta. Entre molestia y quietud, le mengua el malestar. Le llega el sosiego. Declina el sol. Él en su punto norte. Ella rendida a sus pies con vestigios de tristeza pero acariciada. Espera el nuevo vuelo. Un vuelo libre a la esperanza, al infinito.

                                                                         Nogo12/Caracas, 9 de junio de 2011

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