Carta de un adiós incompleto
De trapo, de carne y hueso.
Vestidas de cielo, pureza y recuerdos, con inconstantes formas que sólo entendería el más necio, abstracto y rebelde, que heredó como tarea, la de hacer trazos, trazos firmes y coordinados que hablen solos a quien se los quede observando.
Vestidas de agua, de sal y de arena, con olores entrañables, parte inefable de nuestras experiencias.
Vestidas de azul, de blanco y sepia.
De haber sabido escribir, ustedes serían letras; de haber sabido vivir serían sólo experiencias, pero decidí ceder a esas dos y en lugar de lápiz usar cerdas.
Así me despido de ustedes, mis grandes compañeras. La razón de mi coherente locura, de mi inconexa existencia. Ahora, al momento de partir estoy consciente de su trascendencia por eso no temo dejarlas, no temo a que mueran.
A. Reverón.
Y. Pérez
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