Antes de presentar la carta ganadora, el Taller Literario "Marco Antonio Martínez" extiende sus felicitaciones a Anaís Torres ex-miembro de nuestro taller.
¡¡¡Felicidades, Anaís!!!
A seguir cosechando éxitos.
Querido Sir. Lobo Estepario,
Escribo estas líneas para indicarle que
intenté comunicarme con usted, por medio de ese aparato maligno que han
inventado los hombres con el fin de no atender a mi delicado y sensible
gremio. Como no contestó, intenté probar con un aullido, pero no insistí
porque podría asustar a las personas comunes, o como mínimo se
burlarían de mí. Es que ellos no entienden nuestro código. Preferí
aguardar pensando que estaría distraído con su aparente vida burguesa,
asegurada y llena de deberes. Luego me reprimí un poco más, imaginando
que quizás estaría cazando a una cierva… tal vez se hallaría junto a una
cálida jauría, o quizás en esa soledad “maravillosamente tranquila y grande, como el tranquilo espacio frío en el que se mueven las estrellas”.
Quisiera evitar inferir mil cosas, y no pecar de ignorante pero ¿cómo
he de corregir el defecto divagante de mi pensamiento? Querido Sir.,
mejor que nadie comprenderá que es imposible encarcelar mi fantasía.
Además, lo divino y demoniaco de mi locura, me reconcilia con mi
naturaleza, y me desdobla hacia lo trascendente. Ante eso, entiendo que
la respuesta más acertada sea el silencio. No obstante, la palabra
escrita, siempre será bienvenida y superará los avatares de cualquier
modernidad, por ser constancia independiente del viento.
De este modo, le pido disculpas por no
haberle acompañado en la reunión acordada con nuestra sabia y
encantadora amiga, Armanda Sofía. Esperé de verás que disfrutaran,
bailaran, y la pasaran excelente, redimidos por la gracia sonora de
Mozart. Aunque, penosamente deba confesarle que este tiempo anduve en la
“indigencia”. Sí, pasando penurias por unos gramos de azúcar, de
harina…y pidiendo limosnas para pagar mis impuestos. En rara hora,
gracias a un Dios fortuito aseguré todos mis bienes, y ya estoy más
serena, aunque un poco devaluada como la moneda. Al final, son
vicisitudes de todos los días, gajes del oficio…dentro de los cuales, le
he tenido en cuenta.
De hecho, justo ahora, requiero de otro
tipo de suministros; su respiración, su risa, su mirada. Me urge
acariciarlo, y que ese simple gesto esté colmado de lo que pienso.
Quiero estar atrapada entre sus brazos, bajo su peso, y saber que ahí
está el mundo ignorando que en el jardín de una casa grande, sobre una
sábana fina, hay otro mundo gestándose. Quiero su olor y no el sólo
recuerdo. Quiero mirarlo en plena noche mientras duerme y abrazarlo,
porque esa sería la única manera de dormir, de descansar, y de estar
segura que en pocas horas llegará un amanecer. De allí que, reunirnos me
parece preciso, indispensable. No solo para realizar aquello que nos
concierne; repasar la maravillosa gramática del latín, ilustrarnos, leer
poesía y contemplar ofuscados la luna; sino para que se atreva “infantilmente,
una vez más en el último instante, al jugueteo de la superficie, a
buscar las alegrías más fugaces, a ser niño y bestia en la inocencia del
sexo“.
Sin mucho más que escribir, con todo mi
afecto, reciba un cordial y cálido abrazo. Espero verle el lunes, o el
jueves, o el viernes, el otro fin de semana, o después… espero verle.
P.S.: Aquí le dejo el número del artefacto maligno que hay en mi hogar: 325-546-657 por si lo necesita… un beso.
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