El Taller

Fue el mes de julio del año 1976, en el Instituto Pedagógico de Caracas, tiempo y lugar en el que nació el Taller de Expresión Literaria Marco Antonio Martínez de la mano de José Vicente Abreu. Desde entonces, nos reunimos en las instalaciones del Instituto de Investigaciones Lingüisticas y Literarias Andrés Bello, no para enseñar a escribir sino a discutir el texto que a la mesa llega. No es fácil exponer en público la palabra que ha nacido desde la intimidad, pero cada viernes, desde que atravesamos las puertas del IVILLAB, el texto deja de ser nuestro. (Vanessa Hidalgo)

lunes, 11 de marzo de 2013

Anaís Torres, primer lugar.



 Antes de presentar la carta ganadora, el Taller Literario "Marco Antonio Martínez" extiende sus felicitaciones a Anaís Torres ex-miembro de nuestro taller. 

¡¡¡Felicidades, Anaís!!! 

A seguir cosechando éxitos.






Querido Sir. Lobo Estepario,

Escribo estas líneas para indicarle que intenté comunicarme con usted, por medio de ese aparato maligno que han inventado los hombres con el fin de no atender a mi delicado y sensible gremio. Como no contestó, intenté probar con un aullido, pero no insistí porque podría asustar a las personas comunes, o como mínimo se burlarían de mí. Es que ellos no entienden nuestro código. Preferí aguardar pensando que estaría distraído con su aparente vida burguesa, asegurada y llena de deberes. Luego me reprimí un poco más, imaginando que quizás estaría cazando a una cierva… tal vez se hallaría junto a una cálida jauría, o quizás en esa soledad “maravillosamente tranquila y grande, como el tranquilo espacio frío en el que se mueven las estrellas”. Quisiera evitar inferir mil cosas, y no pecar de ignorante pero ¿cómo he de corregir el defecto divagante de mi pensamiento? Querido Sir., mejor que nadie comprenderá que es imposible encarcelar mi fantasía. Además, lo divino y demoniaco de mi locura, me reconcilia con mi naturaleza, y me desdobla hacia lo trascendente. Ante eso, entiendo que la respuesta más acertada sea el silencio. No obstante, la palabra escrita, siempre será bienvenida y superará los avatares de cualquier modernidad, por ser constancia independiente del viento.



 
De este modo, le pido disculpas por no haberle acompañado en la reunión acordada con nuestra sabia y encantadora amiga, Armanda Sofía. Esperé de verás que disfrutaran, bailaran, y la pasaran excelente, redimidos por la gracia sonora de Mozart. Aunque, penosamente deba confesarle que este tiempo anduve en la “indigencia”. Sí, pasando penurias por unos gramos de azúcar, de harina…y pidiendo limosnas para pagar mis impuestos. En rara hora, gracias a un Dios fortuito aseguré todos mis bienes, y ya estoy más serena, aunque un poco devaluada como la moneda. Al final, son vicisitudes de todos los días, gajes del oficio…dentro de los cuales, le he tenido en cuenta.

De hecho, justo ahora, requiero de otro tipo de suministros; su respiración, su risa, su mirada. Me urge acariciarlo, y que ese simple gesto esté colmado de lo que pienso. Quiero estar atrapada entre sus brazos, bajo su peso, y saber que ahí está el mundo ignorando que en el jardín de una casa grande, sobre una sábana fina, hay otro mundo gestándose. Quiero su olor y no el sólo recuerdo. Quiero mirarlo en plena noche mientras duerme y abrazarlo, porque esa sería la única manera de dormir, de descansar, y de estar segura que en pocas horas llegará un amanecer. De allí que, reunirnos me parece preciso, indispensable. No solo para realizar aquello que nos concierne; repasar la maravillosa gramática del latín, ilustrarnos, leer poesía y contemplar ofuscados la luna; sino para que se atreva “infantilmente, una vez más en el último instante, al jugueteo de la superficie, a buscar las alegrías más fugaces, a ser niño y bestia en la inocencia del sexo“.

Sin mucho más que escribir, con todo mi afecto, reciba un cordial y cálido abrazo. Espero verle el lunes, o el jueves, o el viernes, el otro fin de semana, o después… espero verle.

P.S.: Aquí le dejo el número del artefacto maligno que hay en mi hogar: 325-546-657 por si lo necesita… un beso.








  








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