Dependencia
Mi amado:
Te escribo porque ha llegado la hora de
admitirlo. No entiendo muy bien cómo ni por qué me entregué de esta
manera a esta relación. Llevamos poco tiempo juntos, apenas unos meses,
pero en estas cosas el tiempo es irrelevante, y mucho puede pasar en el
transcurso de un año. La vida me ha cambiado de tal manera que me parece
inverosímil que apenas un año atrás no sabía de tu existencia y nunca
había oído tu nombre. Te vi por primera vez un día que andaba de compras
en el Multiplaza, y aunque me sentí atraída por tu elegante sencillez y
el misterio de tu oscuro exterior, no me atreví a acercarme demasiado.
El destino nos volvió a juntar pocos días después, cuando me encontré
con mi siempre elegante amiga Silvia, que te llevaba de la mano,
luciéndote como un accesorio. El ser humano es complejo y codicioso, y
el verte con otra te hizo inmediatamente más interesante, despertándome
una curiosidad obsesiva. A partir de ese momento, el destino quiso que
nuestras vidas se cruzaran inexorablemente. En todas partes te veía o
escuchaba hablar de ti: en la oficina, en el cine, en los comerciales de
la televisión, con mis amigos. Era como que todo alrededor tuviera que
ver con tu oscura y misteriosa presencia. Indagaba tímidamente acera de
ti entre amigos y conocidos, intentando mostrar indiferencia y desdén
para esconder mi interés apasionado. Te investigué en la red, vi tus
fotos una y otra vez. Cada vez que te veía con alguien, me imaginaba
como sería tener la fortuna de poder tenerte cerca, y se me ocurrían
todo tipo de fantasías indescriptibles.
Durante semanas estuve resistiendo la
urgencia de conocerte mejor. Pero aquel día, cuando te vi en aquella
sala blanca, tan cerca, tan accesible, no pude más. Espere pacientemente
para acercarme, porque siempre parecías estar rodeado de gente ansiosa
de conocerte, de tocarte, de disfrutar de ti. Disimulando los nervios me
fui aproximando discretamente, esquivando las miradas de los demás.
Cuando finalmente estuve frente a ti, te lance una mirada seductora,
pero no obtuve respuesta. Decidí ser más audaz, cuando noté que alguien
se acercaba con intención de interrumpir. Extendí mi mano y te roce
suavemente. Me sorprendió lo inmediato de tu reacción, ante mi tacto:
todo tú te llenaste de luz y colores. En ese preciso instante todos mis
miedos y dudas se aclararon, y supe que tenía que tenerte, que te
merecía, que eras todo lo que necesitaba.
Y no me decepcionaste. Desde que eres mío
todo parece más fácil. La vida es más hermosa contigo a mi lado, me la
paso tomando fotografías de lo que me rodea. No puedo dejar de notar las
miradas de envidia de los demás cuando te acaricio suavemente, cuando
me susurras palabras al oído. Vas conmigo a todas partes, y me acompañas
cuando me siento sola. Gracias a ti, todos mis amigos me llaman, me
buscan. Me cuentas todo lo que pasa en el mundo, me chismeas cosas de
los conocidos, y pareces tener las respuestas a todas mis preguntas.
Hasta me cantas mis canciones favoritas.
Esta dependencia loca me asusta, y siento
que no puedo escapar. Me despierto buscándote, y me duermo mirándote.
Te necesito, como una droga, y sin ti estoy perdida. Nunca había sentido
esto antes, y te ruego que no me falles. Eres mi memoria, mis
recuerdos, mi todo. No entiendo cómo era mi vida antes, pero ahora sé
que no podría vivir sin ti.
Te amo mi Smartphone.
Autor: Susana González – Caracas, Distrito Capital.
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