Querida Ángela,
La vida a veces nos deja de lado (o somos nosotros que nos apartamos deliberadamente).
Quién iba a imaginar que esta ciudad
caótica y hermosa nos uniría. Aún recuerdo ese día en que me mencionaste
en Twitter preguntándome si la cola que había reportado era en
dirección Este u Oeste. Hubo algo en tu respuesta, no puedo descifrar la
razón, que me puso a desear que todos los caminos se complicaran, que
la autopista Francisco Fajardo se convirtiera en un estacionamiento, que
la carretera Panamericana colapsara, sólo para tener la excusa de
hablarte, de seguirte, de preguntarte.
Ese tímido, hola cómo estás, sin hacer
referencia a nada, esa cálida respuesta que recibí de ti, las tres
semanas que estuve pensando cómo ir más allá, pedirte tu número de
teléfono por lo menos, y la sorpresa de que tú lo hicieras primero. Esas
largas conversaciones nocturnas a través del celular, esas invitaciones
a salir que no se concretaban porque siempre la excusa se interponía.
Sin embargo, así de la nada te fui queriendo lento, suave, sin prisa.
Y llegó ese día que finalmente los astros
se alinearon y los verbos se conjugaron perfectamente para que dijeras
sí. Me cambié de ropa muchas veces, temblé, me cuestioné, me armé
caballero y… de repente, tú, con esa amplia sonrisa cleptómana, que se
robó mi nerviosismo apenas verla, bella, impactante. Volvió la
confianza, el sentimiento, la decisión. Sí, eras tú, la misma del
tráfico, la de los mensajes matutinos con citas de Neruda y Benedetti.
Así fuiste novia, amante, esposa y hoy
que estás a punto de convertirte en la madre de mi hijo, con la mano
acariciando tu vientre, todavía te percibo etérea, fantástica, como
siempre, como antes, como cuando no había visto tu rostro y te conocía a
través de las palabras. Eres así, auténtica, te confieso que te
convertiste en mi norte y mi sur.
Que colapsen todas las calles de Caracas,
que el ruido de las cornetas se apodere de la ciudad, que los
motorizados hagan malabares, porque hoy te tengo a ti y al menos en mi
cielo y en mi mundo podemos ser lo que tú quieras.
Gracias Corazón por hacerme tan feliz.
Siempre tuyo, siempre mía
J.J.
Autor: Angeomar Quintero – Caracas, Distrito Capital.
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