Susan Ovalle - 2º mención especial
Estudiante del 7º semestre de
letras en la Universidad Central de Venezuela (UCV) y es amante de la
lectura, los largos paseos en caracas y una cinéfila entregada. Ha sido
parte de Taller de escritura con la Fundación ICREA y un Taller de
Redacción Ortográfica en la UCV.
Me imagino que tendrás tantas cartas en tu buzón que ya no lees ninguna, ya no sabía como hacerte llegar este mensaje, así que cual desesperada planeo ponerme en medio de un centro comercial caraqueño, repleto de gente para decirte con carta en mano: ¡Apúrate chico!
Mi familia, la sociedad y montones de películas me ha enseñado desde niña que tu existes, ahora pienso un poco y recuerdo que los mismo que me han hablado de ti, jurando que existes me contaron de San Nicolás, el ratón Pérez, el coco, el monstruo del lago Ness, vampiros, hombres lobos, etc. ¿Será que también eres medio ficticio?
Si te contara todas las peripecias que he pasado por buscarte, por saber quién rayos eres, te ríes y lloras conmigo. Te contaré de la vez que de niñita colegiala estaba entusiasta, pensando que eras más fácil de conseguir que un regaño de mi madre, así que empecé a salir con aquel buen muchacho judío, era un precioso castaño de buenos modales y sonrisa matadora, alto e interesante, hablábamos por horas, escuchábamos música, todo era perfecto hasta que terminamos la escuela y cada quien a su vida. Después del respectivo despecho al verlo la mar de contento con otra, le di chance a otro, un demente-psicópata con quien tuve la mala idea de involucrarme, estudiante de filosofía (excusa con la que quise verlo como un hombre culto), vocalista de una banda de ópera-rock (mi oídos no son los mismo desde entonces), y obsesionado con los peinados para conciertos.
Un tiempo sola y luego me lancé de nuevo, salí con el poeta que parecía una persona tranquila, sosegada, dulce, amable, casi el protagonista de una novela coreana de amor. La peor experiencia, supuestamente amorosa, de mi existencia; solo faltaba a Horacio el de CSI detrás de mí, resulta que el poeta era un demente total, obsesionado conmigo, incluso a todo el mundo le decía que yo era su esposa. El asunto terminó en tribunales y todo, sin contar mi neurosis al cruzar calles, usar el metro, comprar el pan, en fin.
Así fui saliendo con un par de chicos más, cada vez con menos esperanzas de conseguirte, más acostumbrada a la soltería que a las colas de la Av. Páez a las 7 am, disminuyendo las exigencias para encontrar al candidato, acumulando experiencia en malas citas, y autoculpas por errores propios y ajenos.
Aún así quiero darte las gracias, porque me has hecho perder muchos miedos, también me has dado razones para viajar y buscarte en otros continentes, a leer a ver si Cervantes o Shakespeare me dan pistas de dónde estás, a querer estudiar otros idiomas por si no hablas español, a ver películas de los 70 (si te pareces a Elvis Presley te puedo dar la docena de hijos), a estudiar sobre ovnis y otros planetas (no sea que eres extraterrestre), hasta aprendí a bailar danza árabe por si eres del lejano oriente, pero sobretodo a no darme por vencida tan fácilmente.
Así que si me escuchas decir todo esto en medio de un centro comercial, pálida del susto, o totalmente ruborizada por caer en cuenta que buscarte quizás es una locura absoluta, en fin, si me escuchas y eres tu: pega un grito, salta ,¿que se yo? Dime algo chico, ya quiero saber de ti, de tus peripecias hasta dar con este pequeño espacio en medio del inmenso mundo, que lleno de gente a veces es un tanto vacío.
Con semillitas de cariño, Zafiro
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